El olor a palomitas es uno de los placeres de la vida, como el olor a café, a tostadas o a golosinas. Hoy, en Blog de Candy &go te contamos por qué comemos palomitas en el cine.
La revista Smihsonian publicó un reportaje en el que nos contaban que esta tradición de comer palomitas en el cine comienza en la Gran Depresión de 1929 y acabó quedándose para siempre durante la II Guerra Mundial y hasta el día de hoy.
Para que tengas un contexto, debes saber que las primeras películas eran mudas y el público que asistía a las salas de cine era de la clase alta. Las películas eran de corta duración y no estaba bien visto comer durante la emisión.
En 1927 las cosas cambian, llega por fin el sonido al cine, y las puertas de abren a todos los públicos. Ya no hacía falta saber leer para disfrutar de la película y en pleno crack del 29 y la Gran Depresión era uno de los mejores entretenimientos para la población.
Otro de los cambios de la llegada del sonido al cine es que las películas empezaron a ser de mayor duración. Es decir, los espectadores pasaban largas sesiones sentados en sus butacas y como no podía ser de otra manera, les entraba hambre.
En este punto de la historia es cuando revelamos el nombre de nuestra protagonista: Julia Braden, nuestra emprendedora de Kansas City.
Julia vio la oportunidad de cubrir una necesidad que nadie había identificado y por ello, pidió rápidamente permiso para colocar su propio puesto de venta de palomitas en el hall de Linwood Theater. El producto funcionó en seguida y los números fueron muy rentables dejando un margen de beneficio de aproximadamente el 2.500%.
Con el paso del tiempo, y la rápida expansión, los propietarios de los cines decidieron retirar el permiso a los vendedores y ser ellos mismos quienes gestionaban la venta de cucuruchos de palomitas. Así todo quedaba en casa.
¿Sabías que aproximadamente el 85% de las ganancias de las salas de cine es gracias a la venta de palomitas de maíz?
¿Te gustan las chuches y gominolas?
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